jueves, 4 de septiembre de 2014

Penguin Cafe - THE RED BOOK


1. Aurora (4:59)
2. Solaris (4:26)
3. Black Hibiscus (5:14)
4. Bluejay (4:18)
5. Radio Bemba (2:26)
6. Catania (5:38)
7. 1420 (5:55)
8. And Yet... (6:21)
9. Moonbo (4:41)
10. Odeon (2:48)
11. (The Roaring of a) Silent Sun (2:55)

He estado mucho tiempo detrás de este disco, y finalmente he podido escucharlo en su totalidad. Se trata del segundo trabajo de Penguin Cafe, el intento de Arthur Jeffes de continuar con el añorado sonido que su padre, Simon Jeffes, nos regaló con su Penguin Cafe Orchestra entre los años setenta y noventa. En 2011 publicaron A Matter of Life..., un disco que comentamos en su momento y que venía a ser una especie de toma de contacto con el público potencial que podría tener el "revival" de los pingüinos. Quedó en el aire una sensación de promesa cercana a cumplirse, ya que aquel trabajo, si bien no estuvo nada mal, al final supo a poco. Pues bien, las promesas se han cumplido en febrero este 2014 con la publicación de The Red Book.

Es decir, que este "El libro rojo" (desconozco el porqué del título) confirma que la nueva banda, compuesta por músicos relativamente jóvenes procedentes de grupos de moda como Gorillaz o Suede, así como del mundo clásico académico, no solamente puede satisfacer a quienes seguimos pensando que la discografía de la Penguin original fue demasiado breve, sino que es capaz de crear un sonido propio. Para nada estamos hablando de un pastiche.

La troupe de Penguin Cafe al completo.

The Red Book se vio impulsado, entre otras cosas, por la colaboración de Arthur Jeffes con la International Space Orchestra, un curioso proyecto musical que aglutina a profesionales de la NASA y empresas afines con talento para la música sinfónica. Jeffes compuso para ellos Aurora y el muy experimental 1420, el segundo de los cuales se inspira en el famoso incidente de la "señal Wow!". Animo, por cierto, a los aficionados a la astronomía (y la ciencia-ficción) aquí presentes a investigar por su cuenta en la web sobre este fascinante suceso, si es que no lo conocían. Lo cierto es que ambos temas, recogidos en el disco que nos ocupa, están en perfecta consonancia con el resto de las piezas, que se mueven -como es tradición- entre la música clásica de corte minimalista, la música étnica de procedencia indeterminada y la pura experimentación, esta última en el sentido más lúdico posible.

1420 en vivo, en Union Chapel.

¿Qué tal un análisis tema a tema? Aurora (que se llama, no sé si casualmente, como un famoso planeta del universo de la Fundación de Isaac Asimov) maneja un concepto del minimalismo bastante sobrio pero efectivo. Solaris (como el planeta de la novela homónima de Stanislaw Lem, y ya son unas cuantas posibles referencias a la sci-fi) emana toda la cálida ternura de la mejor PCO, sin aspavientos pero con plena autenticidad. Black Hibiscus se lleva a Chopin a un escenario de mariachis pistoleros a lo Robert Rodriguez. Bluejay vuelve de nuevo a los sonidos de la PCO, quizá a algún tema en concreto que no llego a identificar de primeras. Radio Bemba quiere recordar un poco al espíritu de Bean Fields, aunque más sosegado, con un vago colorido hispanoamericano. Hay quien ha querido ver en él un original reciclaje de las notas iniciales del tema de Misión: imposible... Catania adquiere al principio tintes ciertamente épicos, aunque no termina de eclosionar. Podría haberse desarrollado más. 1420 propone la repetición de notas no del todo acompasadas sobre un fondo de cuerdas, casi como si fuese una versión para orquesta de cámara de un tema krautrock/Escuela de Berlín tipo Klaus Schulze. And Yet... es otro bonito ejercicio clásico, delicado y elegante. Moonbo posee ciertos matices a lo Philip Glass en su banda sonora para el Dracula de Bela Lugosi, aunque con un poco más de candor del que suele gastar este señor. Odeon vuelve al territorio étnico más resultón, en este caso con una pieza medio bluegrass, medio celta. Finalmente, (The Roar of a) Silent Sun vuelve a ofrecer un tono tirando a celta, pero un poco más oscuro al hacer primar la atmósfera tensa y vibrante sobre la melodía.

Un maravilloso vídeo promocional del tema Solaris.

Superficialmente, The Red Book podría haber pasado por ser una continuación directa del que fue último trabajo de estudio de la Penguin Cafe Orchestra, aquel Union Cafe, que ya apuntaba un movimiento sutil hacia piezas más clasicistas, un poco menos extravagantes que en álbumes previos. En general, los temas vienen a estar planteados como puestas en escena de hallazgos sonoros que se prolongan hasta lograr un efecto de inmersión, renunciando quizá en parte a estructuras musicales un poco más sorprendentes. De todos modos, incluso si consideramos esto como un defecto, habría estado presente también en los trabajos de la PCO original, más dada a las atmósferas que a los efectismos, por mucho que las primeras fueran más que suficientes para entusiasmarnos. Y ojo con juzgar el álbum superficialmente, porque estos músicos parecen ir adquiriendo poco a poco un estilo propio y diferenciado que los aleja de ser una banda-tributo. The Red Book es un reflejo de su forma de hacer las cosas, sosegada y reflexiva pero con grandes dosis de imaginación.

Como valoración personal, solamente quiero afirmar mi confianza en un proyecto musical cuyo crecimiento artístico es un hecho constatable, que no solamente ha entregado un último disco sobresaliente y merecedor de críticas entusiastas de diferentes medios, sino que también está haciendo una gran carrera gracias a sus exitosas actuaciones en directo. La Penguin Cafe Orchestra nunca volverá, pero la Penguin Cafe es el mejor relevo imaginable. Un relevo, no un sustituto.

4 comentarios:

Pepe dijo...

Aún no he podido escucharlo, pero al apellido Jeffes hay que seguir dándole oportunidades!!!
Saludos.

El conde dijo...

¡Saludos, Pepe! He estado mucho tiempo sin publicar nada, y me encanta que te hayas pasado por aquí antes que nadie.

Ó. dijo...

Hola caballero: tuve la oportunidad de escuchar este "The red book" más o menos a principios de mes, tras una verdadera gesta que no me detendré en exponer (tampoco merece la pena). Llevaba tiempo también esperando tu comentario, ya que desde que sigo tu blog he sabido de tu (justificadísima) admiración por la PCO y, en el caso que ocupa, tu gran interés por los pasos que el hijo del maestro Simon está dando con el proyecto-legado. Antes de nada, me gustaría agradecerte de corazón el haberme hecho descubrir quiénes eran los responsables de aquellas melodías que estaban en los recuerdos de mi niñez, quiénes eran y qué hacían los pingüinos de ciertas portadas de vinilos que, con curiosidad, observaba en algunas tiendas de música.

Llevo ya algún tiempo muy enganchado al universo Jeffes, y se puede decir que comparto contigo prácticamente todas las opiniones que viertes en tus entradas sobre la PCO. En verdad, es como para entusiasmarse con estas músicas, y no puedo sino confesar un gran elogio al vástago Arthur por mantener viva la memoria de aquel sueño que se convirtió, sin duda alguna, en un mundo de fantasía palpable en este loco planeta, gracias al poder de la música y el sonido. Llevaba tiempo también con ganas de preguntarte si habías podido escuchar este último disco, y hoy he visto que sí. Creo que era la oportunidad de poder darte las gracias por eso que te he comentado antes, por haber sabido transmitir tan bien lo maravillosa que es la música de la PCO.

Habiendo cumplido ya con ello, en cuanto al nuevo disco, he de decir que me ha gustado, sin duda, al igual que lo hizo el anterior, si bien en este encuentro alguna pieza que, pese a su atrevimiento ("Black hibiscus"), me desentona un poco con el resto de temas. Temas que beben, muchos de ellos, directamente de las fuentes de Pingüinolandia, aunque resueltas magníficamente, y otros que están al nivel de la mejor música instrumental de nuestros días. Tras varias escuchas, creo que el disco crece conforme avanza, y llega un momento en el que la sensación de sumergirse en un bonito mundo imaginario es completa y convincente. También puedo apuntar que noto ecos de "Signs of life", cosa que me parece preciosa, al igual que el título de ese disco, pues me gusta pensar en eso mismo, en que aún hay señales de vida luminosa y que estos músicos saben cómo transmitírselo al oyente inquieto... también que, de alguna manera, la admiración que Arthur profesa a su padre sigue latente, más que nunca, y que sigue manteniendo viva su memoria desde el arte sonoro, el que Simon tan bien supo trabajar. Sobre esto, la portada de "A matter of life..." me parece una de las más hermosas que existen: un detalle de la portada de "Signs of life", un niño rodeando con su brazo a un pingüino, le sirvió a ese niño ya crecido para mostrar dicha admiración, dicho amor, por un padre que se fue demasiado pronto. Aún me produce congoja.

Volviendo al disco, y para termniar, reafirmar que sigue siendo gratificante que estos músicos hagan lo que hacen, música hermosa y soñadora, y que sigamos encontrándonos con regocijo a esos peculiares músicos de café en los mundos fantásticos que, a quienes nos gusta, siempre es posible visitar. Por cierto, el título "The red book", según el propio Arthur, tiene un par de enfoques: un libro de Jung, y el nombre del primer disco de la masterización. Más información aquí:

http://www.discogs.com/Penguin-Cafe-The-Red-Book/release/5410203

Un fuerte abrazo, y gracias por leer mi comentario, si has podido con tanta letra :)

El conde dijo...

Por supuesto que he leído tu comentario. Muchas gracias por tu apoyo y tus bellas palabras. Y también gracias por el detalle sobre el título de "The Red Book", que desconocía.

Un gran saludo.

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